Con el tiempo, echas de menos ser un niño, en parte, quizás, porque las discusiones con las personas no duran eternamente, que a los segundos, os estáis abrazando. Con el tiempo, el cruel tiempo, te das cuenta de que las palabras que te repetía tu madre al volver a casa, eran ciertas. Que no puedes confiar en nadie, que esas vagas esperanzas de encontrar a alguien en quien confiar no existen. Son solo ilusiones de una utopía, soñadas por más ilusos como yo.
Pero la decepción, la decepción es un sentimiento del que eres consciente cuando creces. Te das cuenta de que la gente decepciona, más de lo que nadie puede imaginar. Tu, inocente vástago de un sueño, intentas no decepcionar a nadie, disculparte, aunque lleves la razón y esperar una disculpa que no llega, porque aún sueñas con que esa utopía, se puede realizar. Los otros, en cambio, les da igual decepcionar, porque quizás no tengan valores, o quizás, y digo quizás, siempre seas el estúpido inocente que sueña despierto, imaginando un mundo, en el que las discusiones terminen en abrazos, y estos en risas. Un mundo en el que las personas pueden confiar unas en otras.
Pero al fin y al cabo, todo esto, sigue siendo un sueño.